La película «Ya no estoy Aquí», del mexicano Fernando Frías de la Parra se estrenó el miércoles 27 de mayo en la plataforma Netflix después de una larga espera.
Los comentarios de aquellos que ya la vieron han sido muy variados: desde la aprobación, pasando por aquellos que piensan que el filme quedó a deber hasta llegar a otros que consideran que no es lo que esperaban o simplemente les aburrió.
Este trabajo tiene muchas caras por dónde se le vean, pero la realidad es que todas van unidas, y para llegar a las entrañas del grupo social que la protagoniza, no se puede prescindir de ninguna.
Las preguntas más recurrentes en quienes han visto esta película están ¿qué relación tiene la música con los «cholos»?, ¿cómo se formó esta subcultura denominada «Regiocolombia»? y ¿porqué se les relaciona con sangre y muerte?.
Con este escrito trataremos de desglosar parte por parte cada uno de los componentes, sobre todo relacionados con la música, para que entiendan el motivo porque el cuál algunos sectores consideran a la música colombiana en Monterrey como música de cholos.
Para esto hay que remontarnos 30 o 40 años en la historia de la Ciudad de Monterrey, estado de Nuevo León, en el norte de México. En un sector clavado en una zona montañosa conocido como la Colonia Independencia.
En ese entonces, en la parte alta del cerro existían algunas personas que se dedicaban a trabajar con su equipo de sonido desde sus casas, donde colocaban canciones a todo volumen, y después eran los encargados de amenizar las fiestas.
Así apareció Sonido Dueñez, del precursor del movimiento sonidero, Gabriel Dueñez; Sonido Murillo y muchos más. Dueñez fue quien inició colocando música de Alfredo Gutiérrez, de Andres Landero, de Lisandro Meza y de los Corraleros de Majagual en discos de acetato que eran traídos directamente de Estados Unidos.
De ser música colombiana 100 por ciento, poco a poco las canciones fueron tomando popularidad, extendiéndose a otros sectores de la Ciudad, donde los regios la hicieron propia , casi como la música norteña, como parte de una identidad muy marcada.
Cada vez era más común escuchar y saber que se hacían bailes con música colombiana que podían durar más de 5 horas sin parar.
Y precisamente en uno de esos bailes maratónicos, las tornamesas le fallaron a Gabriel Dueñez luego de horas y horas de música, haciendo que uno de los motores se derritiera y dejando la música «rebajada», como si no tuviera pila.
Lejos de causar problemas, ese estilo de tocar las canciones se quedó en el gusto de la gente que se convirtió en algo indispensable para la cultura regia: LA CUMBIA REBAJADA.
Así se fue instalando una forma de vivir y de ver la vida para cierto sector de la población, que con el paso del tiempo, se fue adaptando a las costumbres «cholas», donde nacieron los pantalones grandes y acampanados, conocidos como tumbados, las señas con las manos para marcar territorio, la forma de hablar y los peinados extravagantes…esos que han sido motivo de admiración y de estudio por muchos extranjeros.
Después, le agregamos la falta de oportunidades de estudio, la marginación y la pobreza que enmarca a muchas personas de esta subcultura. Aquellos que tuvieron que abandonar el estudio o no lo tuvieron por ponerse a trabajar desde jóvenes y ayudar a la economía de la casa y combinándola con situaciones de inseguridad que se hicieron parte del diario vivir.
Al final, canciones como «Lejanía», «Te llevaré», en su versión rebajada, y muchas más se han convertido en el soundtrack de vida de esta subcultura, canciones que dicen con su letra y su ritmo lo que a veces el pensamiento y el corazón no pueden expresar.
Ya no estoy aquí, ha tenido excelentes críticas en México y en algunas partes de América Latina también ha sido una novedad. Los mejores críticos de cine en el país la consideran la mejor película mexicana del 2019.
Las identidades se reinventan y la memoria hace que nunca se pierdan el pasado, es así como su director, Fernando Frías de la Parra, creo está película que quedará en la memoria de los mexicanos.